miércoles, 22 de abril de 2009

Entrevista a Joaquín Giménez

Entrevista a Joaquín Giménez García, Juez del Tribunal Supremo (extracto)

"Un juez, antes que juez, es ciudadano"


P: ¿Cómo fue ser juez en Euskadi en una situación de conflicto?

R: Ser juez en el País Vasco tiene unas características especiales, distintas a ser juez en Soria o en Alicante. La sociedad vasca es una sociedad industrial… Bueno, ahora con el tema de la crisis todo esto está cambiando. La vinculación mía con el País Vasco está en que yo estudié la carrera allí. La sociedad vasca es una sociedad muy exigente, que te pide respuestas que puedan acercarse a la justicia con mayúsculas y a veces te encuentras con que los instrumentos no son los idóneos. La ley nunca es perfecta. Un juez nunca dictará una sentencia perfecta porque las leyes son imperfectas. A donde no llega la bondad del texto ha de llegar la bondad del intérprete, el que maneja la ley y ese es el desafío que tienen los jueces. He estado 19 años en el País Vasco ejerciendo como juez, por supuesto porque he querido, y de alguna manera sigo un poco espiritualmente allí, porque me gusta la zona, me gusta la sociedad, gran parte de mi vida profesional ha transcurrido allí y es una sociedad que tiene grandes valores. También tiene grandes problemas, tiene unos problemas de unos déficits democráticos, tiene el problema del terrorismo, el problema de ETA, que, evidentemente, si que pude presionar. Éste también es un desafío. El juez que considere que no puede llevar cierta presión, que puede suponer el andar con escolta, como me ocurre a mí ahora. La escolta no te garantiza tampoco la imposibilidad… que algunas resoluciones sean criticadas en una clave muy diversa, muy distinta, mucho más agresiva de lo que ser criticada en Cádiz, pongamos un ejemplo. Porque allí hay un grupo terrorista y un colectivo social que de una manera indirecta aplaude, consiente, tolera, contextualiza la actividad delictiva, la actividad terrorista, como un instrumento político válido. Eso es muy grave, muy grave. Pero vamos, hay que ejercer la justicia en ese contexto, en esa realidad. Y supone un desafío específico que el juez tiene que estar dispuesto a asumir. Que no se encuentra con fuerzas para asumirlo, nadie le puede decir nada, que pida destino en otro sitio. Un acto heroico se puede pedir a una persona, pero el acto es una acto no es una actitud, eso ya depende de un desafío personal que se acepta. La justicia en el País Vasco, y hablo con conocimiento de causa, no está sometida al miedo del terrorismo. Se dictan las sentencias que hay que dictar y los jueces, en ese ambiente difícil, si que son independientes.

P: Entonces, personalmente, ¿cómo fueron esos años?

R: Pues fueron unos años muy gratificantes, lo digo de verdad. Fueron muy gratificantes, con problemas, evidentemente. Sobre todo los últimos años fueron muy problemáticos, por el tema de la escolta, por el tema de los controles… efectivamente, ese sucesivo comando Vizcaya, yo entonces estaba en Vizcaya, me tenía en sus papeles. Eso hace que tengas que tomar precauciones y demás. Bien, pues mira, es una triste realidad hoy día. Este acoso al sistema judicial empezó conmigo. Antes había alguna situación aislada, pero de alguna manera algo más concretada empezó conmigo. Luego se fue generalizando hasta la realidad actual. Bueno, prácticamente a la gran mayoría, salvo que no quieras, te ofrecen la posibilidad de una escolta. Y además no es una cosa gratuita el asesinato de jueces. En fin… como el juez Lidón, que le conocía yo mucho… Normalmente, el terrorismo es ciego pero no es tonto dentro de su propia dinámica enloquecida. Josemari Lidón era una persona absolutamente enamorada de su profesión, de origen catalán, que se casó con una vasca y su apuesta fue vivir allí. Era una persona que estaba en una sección mixta, de lo civil y lo penal. No había tenido, porque no habían pasado por su sección, asuntos de relevancia, sin embargo, fue objetivo de ETA. ¿Por qué? Pues por varias razones. Una de ellas, precisamente porque la capacidad de aterrorización es mayor cuando la víctima no tiene ninguna relevancia. Porque entonces dicen, cualquiera puede ser víctima del terrorismo. Si se ha hecho la diana en una persona concreta, por las resoluciones que ha tomado, si se ha convertido en azote del terrorismo, pues la respuesta terrorista es: “vamos a cargarnoslo”. Pero cuando el terrorismo se ceba en un parado, en una persona que anda por la calle, en un juez que no ha tenido ninguna actividad… al contrario, Josemari era una persona que tenía una concepción del derecho penal muy humanizada. Entonces, cualquiera puede ser víctima del terrorismo. El principio del terrorismo es: mata a uno absolutamente anónimo y aterrorizas a cien mil.

P: Tomó decisiones que también afectaban al otro lado, como juzgar casos de tortura por parte de la policía, ¿qué te movía a la hora de tomar decisiones tan comprometidas?

R: Yo he juzgado asuntos de lo que ahora se llama kale borroka, incendios, ataques contra ertzainas, lanzamientos de cócteles molotov, incendios de cajeros… he tenido bastantes casos de esos. Porque eso, hasta hace pocos años, que ahora se ven en la Audiencia Nacional, se veían allí. Y a mí me parecía bien que se vieran allí, en el lugar donde ocurrieron los hechos. Paralelamente, cuando había excesos policiales, cuando la policía se convierte de ser garante del sistema jurídico en su principal infractora, como por ejemplo torturas, amenazas, lesiones y demás, pues evidentemente, igual que no puedes cerrar los ojos a una realidad, no la puedes cerrar a la otra. Y esto a veces a planteado problemas a los jueces de allí por determinadas instancias que daban la impresión, con poco conocimiento, de que nosotros en el País Vasco condenando a Guardias Civiles estábamos pagando nuestra seguridad. Esto es un insulto que no se puede tolerar. Lo que sí es cierto es que ha habido excesos policiales y cuando ha habido pruebas se les ha condenado. Pero resultaba curioso, y esto es una experiencia personal, a lo mejor en dos semanas consecutivas, tenía en una semana un caso de malos tratos, de torturas, y a la semana siguiente un tema de kale borroka. Condenamos a los policías si había pruebas, porque no es grato condenar, pero no te tiene que temblar el pulso. Entonces, un determinado sector de la sociedad lo consideraba como una victoria, poco menos que… les parece muy bien. Después se juzgaba a elementos de ese colectivo que aplaudía por un asunto de lanzamiento de cócteles, de kale borroka y demás y entonces la sentencia estaba dictada por la presión del ejecutivo. La reacción era muy clara, es decir, somos los mismos. Uno y otro es el mismo juez. Lo que pasa es que el rol del juez unas veces molesta a unos y otras a los que les molestaba ahora lo aplauden. El juez no tiene que estar pendiente de las resonancias sociales que puedan tener sus decisiones, tiene que tener su propio discurso. En general, la respuesta judicial, si tiene un discurso propio, suele ser molesta. No puede contentar a todos, porque hay un denunciante y un denunciad. Esa es la soledad del juez, tiene que dictar unas resoluciones que no van a contentar unánimemente. Esto es consustancial, el poder judicial, como poder independiente y controlador, puede llevar a cabo sentencias que el poder ejecutivo considere inconvenientes, molestas. Pero el discurso judicial es el discurso de la legalidad, no es el discurso de la oportunidad.

P: ¿Cómo describiría la situación actual en el País Vasco?

R: Yo creo que es esperanzadora. Yo siempre he sido optimista. El tema del País Vasco, el tema del terrorismo, no es la existencia de doscientas, trescientas, cuatrocientas personas dispuestas a hacer del asesinato, del terror, una actividad política. Eso sería un problema estrictamente policial. El problema es que hay un colectivo social importante que aplaude esa situación, que admite que es ética y, por tanto, justifica la realidad del terrorismo, ese el problema. No es la gente que pone la bomba, sino la gente que comprende que se ponga la bomba, que lamenta que haya víctimas, pero la guerra es la guerra. Y esa es una especificidad de la sociedad vasca, eso es un problema muy serio. Cuando yo hablaba del déficit democrático, es que esto así. Hay silencios que son muy acusadores. Entonces, nadie nace odiando, nadie; a odiar se aprende, eso se enseña. Cuando te encuentras un colectivo significativo dentro de la sociedad, lo que se llama mundo abertzale, ese diez, doce, quince porciento de la sociedad vasca, es muy importante ese porcentaje. Porque es un porcentaje de diez, doce, quince porciento de una población de dos millones de personas. Evidentemente, esas doscientas mil personas tienen que hacer una travesía del desierto, tienen que hacerla individualmente, deben reflexionar, atreverse a reflexionar y a comprender que el problema no es ser independentista o no, el problema es tratar de imponer la independencia a golpe de tiro en la nuca y coche bomba. Lo que pasa es que ellos creen que una cosa va ligada a la otra, y no. Los medios son absolutamente esenciales para conseguir los fines. Y la elección de medios inapropiados contamina indefectiblemente el fin. Por lo tanto, cuando eso ha sido asumido, interiorizado desde la infancia, en un colectivo importante, hay que propiciar espacios de reflexión serios para que muchas personas, que están en ese planteamiento se den cuenta de que esa no es una opción viable, sin tener que dejar de ser independentistas, que es una opción perfectamente legítima, hay partidos políticos independentistas en España gobernando, en la Generalitat de Catalunya por ejemplo. No hay que confundir la gimnasia con la magnesia, lo que pasa es que ellos quieren confundirlo conscientemente. Esta es una reflexión que cada uno de ellos tiene que hacer. Yo digo que la situación es esperanzadora porque ha habido sucesivas escisiones dentro del movimiento abertzale y ahora, por ejemplo, en las últimas elecciones la opción Aralar, que es una opción netamente independentista y absolutamente desmarcada de la violencia, como ha sido también Eusko Alkartasuna, ha tenido un porcentaje importante de votos, cuatro escaños. Esa es una vía que propicia una esperanza de que los miembros de ese colectivo tan hermético, tan férreo, se atrevan a pensar por sí mismos. Pero son procesos lentos.

P: ¿Qué piensa de las ilegalizaciones de partidos políticos que no condenan la violencia? Un observador de la Unión Europea ha hecho recientemente una acusación de ser prácticas no demasiado democráticas.

R: Es una ley absolutamente democrática, los acusados han tenido posibilidad de defenderse. Aunque haya habido declaraciones, hasta ahora en España no ha habido ninguna condena por parte del Tribuna Europeo, esta es la realidad. Que, efectivamente, el terrorismo trata de meterse dentro de los sistemas del Estado para desde dentro tratar de dinamitar la convivencia y el cuadro de valores e imponer su dictadura del miedo y el terror, pues es una realidad que ocurre en todos sitios. Desde el respeto a la legalidad, se puede y se deber ser eficaz. En una sociedad democrática, los dos actos más importantes, más difíciles, son ilegalizar un partido político y cerrar un periódico. El que sean muy difíciles no quiere decir que sean imposibles. Y se han hecho las dos cosas. Se han hecho con garantías y controles. Hay están la ley, las resoluciones y los recursos y no ha habido ninguna instancia internacional de la que España forme parte que le haya acusado.

P: Según su opinión, ¿por dónde cree que pasa la solución al conflicto vasco?

R: La solución es a largo plazo. Te decía antes que nadie nace odiando, que eso se aprende. Pues cuando ese colectivo hermético autodenominado izquierda abertzale empieza a reflexionar por sí mismo y empieza a darse cuenta de que, en primer lugar, el terrorismo, desde el punto de vista de la utilidad, no va a conseguir nada de lo que pretende. A contrario, va a ir retrasando. En segundo lugar, en la medida en que cada vez le sea más insufrible justificar una opción independentista que se puede mantener en España, le sea cada vez más insufrible el justificar el coche bomba, el tiro en la nuca, es evidente que es un desafío que muchas personas individualmente tendrán que enfrentar. También es cierta una cosa, cuando uno está en ese colectivo el que se separa es un hereje y a los herejes se les suele quemar, porque esta es la realidad. Claro que hay presos de ETA en cárceles, pero ETA también tiene prisioneros, hay muchos que están prisioneros de ese discurso y que piensan una cosa y no se atreven a decirlo fuera. Y eso también hay que decirlo con claridad. Es un tema de a largo plazo, de evolución social. El problema del terrorismo nació en el País Vasco y en el País Vasco tiene que acabar. Es una sociedad enferma que tiene que poner la cura. No hay que buscar soluciones que se aplaudan en Cádiz, en Cádiz no existe ese problema. Por lo tanto, lo que no puede ser es buscar soluciones para obtener votos en Cádiz, porque el problema está en el País Vasco. Y yo soy optimista, moderadamente optimista. Ahora se ha producido un cambio, un cambio político. Por primera vez hay un gobierno que no es nacionalista. Que ha sentado mal, es cierto, que ha habido algunas expresiones desafortunadas, también es cierto, por parte del nacionalismo. Sin embargo es un nacionalismo democrático, nadie puede dudar eso hoy, porque hay que evitar maniqueísmos. Pero bueno, es una forma también de demostrar la madurez de la sociedad y un cierto hartazgo del discurso nacionalista, que a veces ha sido un poco equidistante, un poco ambiguo. Pero bueno, yo creo que es un tema que hay que tomar con absoluta normalidad. Estoy convencido de que cuando empiece el caminar de este nuevo gobierno vasco tendrá aciertos y desaciertos y los que ahora están en la oposición verán que la alternancia es al esencia de la democracia.
Luis Giménez San Miguel
Universidad Carlos III de Madrid

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