sábado, 25 de abril de 2009

Práctica 6. Jade Goody y Aldous Huxley

Aldous Huxley, reconocido poeta anarquista inglés de la primera mitad del siglo XX. Además de gran novelista, fue realmente un verdadero pensador. Dos de sus obras más famosas son "Un mundo feliz" y "Las puertas de la percepción". La primera es una novela en la que se muestra una visión del futuro de la humanidad bastante simbólica y verosímil. Un mundo en que todo sentimiento y cultura ha desaparecido, un mundo en el que sólo importa la producción y el bienestar individual, los placeres inmediatos sustituyen a la moral. "Las puertas de la percepción" podría considerarse como ensayo, pero realmente es un género singular. En él, Huxley relata paso por paso la experiencia con ciertas drogas alucinógenas, experiencias que él cree visionarias y liberadoras.

Jade Goody, celebridad británica conocida por haber participado en dos ediciones de Big Brother, donde se caracterizó por actitudes racistas. En verano de 2008 aceptó participar en Big Boss, la versión india del Big Brother de los famosos, para retractarse de sus pasadas actitudes. En el primer programa, Jade recibió en directo la noticia de que se le había detectado un cáncer cervical, tras lo que regresó a Londres, donde le diagnosticaron cáncer de cuello útero avanzado. Decidió así vender todo el proceso de su enfermedad a una cadena inglesa, alegando que el dinero sería para sus hijos. También se retransmitió su boda cuando estaba ya en estado avanzado de enfermedad, hasta que, el 22 de marzo de 2009, falleció. Se armó un revuelo que no sólo llenó su isla natal, sino que todos los medios de comunicación occidentales dieron la noticia. Incluso el primer ministro británico hizo declaraciones. Tras esta nueva raya que había cruzado la televisión en sus actuales tendencias, una lluvia de críticas en pos de la moralidad inundó el mundo periodístico.


No puede evitar verse una cadena que parece unir el pensamiento y la vida de estos dos compatriotas. Los empresarios y defensores de Jade se justifican diciendo que ellos dan al público lo que el público quiere, que los efectos de este fenómeno, al fin y al cabo, han sido positivos. Vivimos en un mundo feliz. El consumo es toda nuestra autorrealización personal. La televisión nos ofrece toda nuestra realidad, toda nuestra visión de un mundo que nos permite desconectar de la realidad de nuestro trabajo, nuestra rutina, nuestro impuestos. En la televisión podemos ver a guapos famosos, mostrándonos un modo de vida con el que soñamos; vemos programas morbosos que despiertan nuestra curiosidad y nos enganchan horas, días, semanas. ¿Qué más se quiere? Parece que, poco a poco, nos vamos acercando a la realidad de un mundo feliz.

Seguro que Huxley no podría haberse imaginado la imagen un espectáculo así retransmitido a través del máximo medio de comunicación de masas ni en una de sus ensoñaciones o alucinaciones por el peyote. Y parece que es eso lo que estemos viendo, o que estemos leyendo una segunda parte descubierta póstumamente de "Un mundo feliz".

Realmente, la mayoría de defensores de la moralidad y la humanidad que atacan al programa no ven la realidad, no ven a dónde tienen que ir sus críticas. La retransmisión de ese espectáculo es completamente normal y natural dentro de la lógica actual de los medios de comunicación. Cuando los contenidos son realizados a partir de estudios de mercado y todo incentivo es la audiencia, cuando se impone la forma completamente vacua del espectáculo, es natural que se creen productos como este. ¿Por qué no se va a emitir si la gente quiere? La respuesta es lógica. La verdadera crítica habría de ir dirigida a esta lógica, a este modelo de sociedad, a este modelo de existencia.

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